Movimientos tectónicos y una enorme
actividad volcánica, generaron hace tres millones de años un nuevo istmo
que separó las aguas del Caribe-Pacífico, unía América Norte-Sur y
creaba el Mar Caribe. Esa transformación salida del mar, también
alteraba el clima mundial pues su ubicación acabaría calentando las
costas europeas y estableciendo una nueva sabana africana. Pero
olvidando su historia geológica, Panamá representa, ante todo, un
territorio de enorme poder estratégico pese a su pequeña magnitud,
alterando históricamente las conexiones empresariales marinas gracias a
la construcción del Canal de Panamá (considerada la
octava maravilla del mundo y que permite a todo el país ser considerado
uno de los países con mayor desarrollo de Centroamérica gracias a la
economía y turismo).
El primero en dominar suelo panameño fue España,
que transportaba sus riquezas por medio de barcos hasta el puerto de
Portobelo, desde donde se cargaba la mercancía hasta la Ciudad de Panamá
para distribuir a sus colonias en la costa pacífica de América. Esa
concentración de riquezas atrajo a piratas y corsarios ingleses pero,
sobre todo, acabó aglutinando fuerzas sociales ante la bandera española,
ante la que se rebelarían en de noviembre de 1821 para conseguir su
independencia (se unieron posteriormente a Colombia y no fueron únicos
hasta 1903). Sin embargo, jamás se perderá el vínculo con España, donde
el mejor futbolista de su historia, Rommel Fernández,
se empeñó en hacerse un hueco, asombrar y triunfar antes de que su
particular fragata hacia el éxito, un Toyota Célica, se empotrara contra
un árbol en la carretera de Tinajeros cuando apenas tenía 27 años. El
‘Panzer’ había frenado en seco pero sus movimientos, remates, cabezazos y
goles (32 en España), ya lo habían convertido en un ídolo de masas para
la posteridad.
Fuerte, robusto y corpulento, sus dotes
parecían más vinculadas a las de un zaguero poderoso por el juego aéreo
(su gran virtud), pero su capacidad de explosión en el aire, destrozaba
redes cada vez que aparecía en el área. Había nacido en El Chorrillo, el
barrio más popular de la capital panameña donde las calles pronto se
convirtieron en su entrenamiento diario, entrando con solo cuatro años a
las divisiones inferiores del Plaza Amador (club más popular de país),
cambió al Atlético Panamá y finalmente debutaría en el
primer nivel nacional con Alianza. Rommel solo necesitó dos temporadas
para demostrar que su capacidad era superior a lo habitual, pues los
chicos del país suelen preferir la pelota de beisbol en la mano que el
balón de fútbol en los pies. Su fuerza, potencia y habilidad para
desmarques previos a una certera definición, le abrían puertas pero su
salto a la élite europea iba a ser más que singular. Aterrizó en España
en 1986 para disputar el Mundialito de la Emigración en Tenerife, ciudad
a la que siempre tendrá un recuerdo imborrable y a la que se adaptó de
manera fulminante por las similares condiciones de vida que en su país.
José Antonio Barrios, por entonces secretario técnico del CD Tenerife,
había viajado hasta el torneo chicharrero en busca de nuevos detalles y
algún jugador por el que apostar y aunque incrédulo, acabó enamorado en
una mañana. Ocho goles de Rommel en la primera fase de aquél
‘mundialito’, llamaron poderosamente la atención del cuadro tinerfeño,
que lo contrataría apenas dos días después. Cierto que los insulares lo
ficharon para sus categorías inferiores (sin ir más lejos, empezó en
Categoría Preferente), pero en solo unos meses se ganó el salto al
primer equipo, logrando mayor impacto gracias al descenso a Segunda
División en la campaña 87-88, propiciando así minutos para jugadores
nuevos. Allí entraba Rommel, encontrando minutos aislados en las
decisiones de Benito Joanet (técnico reconocido
igualmente en Cádiz), al que le costaba otorgarle la titularidad pero al
que no le quedó más excusa que inventarse pues el panameño disfrutaba y
rentabilizaba sus apariciones. Al segundo curso, su explosión fue
absoluta, encontrando la luz con 20 goles que lo convirtieron en ídolo
tinerfeño para el ascenso a la élite, donde se convertiría en el segundo
futbolista panameño en conseguirlo.
Pero una potente oferta económica
personal y colectiva del Valencia, que apareció en la isla con 300
millones de las antiguas pesetas, le pusieron el lazo rumbo a Mestalla.
Peleado con la escasez de opciones y la alta competencia (eran los
mejores años de Lubo Penev), Rommel acabaría cedido en
el Albacete (por entonces, el famoso ‘Queso Mecánico’). En mitad de
temporada donde ya había acumulado 7 goles en 18 partidos (estaba siendo
el jugador emblema del club), un viaje cotidiano por las carreteras
manchegas encontró su fatal desenlace. Un árbol frenó sus ambiciones
futbolísticas en un epicentro maldito donde aún hoy, cada 6 de mayo, los
directivos del Albacete Balompié junto con la peña
manchega "Curva Rommel" se dirigen para llevarle ramos de flores. Algo
similar ocurre en Tenerife, donde sigue siendo ídolo emotivo y donde la
Peña Blanquiazul logró levantar una cerámica en su honor en los
exteriores del estadio Heliodoro Rodríguez López en que nunca faltan ni
velas ni flores en su honor.
Fue el ascenso y fatal frenazo del
primer jugador en lograr el Premio EFE (galardón al mejor jugador
latinoamericano de la Liga), gloria internacional con la selección
panameña y considerado deportista más importancia de su historia hasta
el punto de superar en popularidad al mismísimo Presidente de la
República. Su pérdida fue la del fútbol panameño, anclado desde entonces
en un peligroso ostracismo del que no han logrado sacudirse e incapaz
de romper un maleficio que le permita pasar página y honrar con un gran
premio la memoria de quien más luchó para ello. Este miércoles, Rommel
vuelve a ser protagonista por la visita de su ‘país adoptivo’ (España)
al estadio que lleva su nombre (el más grande y costoso del país). Un
lindo recuerdo para inmortalizar al ‘hijo de la patria’.
Informa: http://www.futbolprimera.es/2012/11/13/panama-rommel-fernandez-el-hijo-de-la-patria