El Tenerife confió en Pepe Mel para su último proyecto en la máxima categoría. El suyo era un perfil acorde con las señas de identidad que el representativo asumió en su etapa más gloriosa en Primera División. Un técnico valiente, enemigo del conservadurismo y amante del fútbol ofensivo. Esa era la carta de presentación del entrenador madrileño.
Mel venía de dirigir al Murcia, en Segunda, y el equipo blanquiazul era su primera experiencia en la élite. Con anterioridad, se había sentado al frente del banquillo del Coslada de Tercera y del Mérida, solo que nunca llegó a debutar con el club extremeño, pues coincidió con su descenso administrativo.
Mel fue cesado tras la jornada 26, después de caer en Vallecas. Dejó al Tenerife colista. La falta de definición en los últimos metros y tres derrotas demasiado dolorosas ante Las Palmas (1-3), Lanzarote (5-1) y FC Barcelona (0-6) marcaron su destino.
Lejos de la Isla ha proseguido su carrera como entrenador. Ha trabajado desde entonces en Segunda y Segunda B, dirigiendo al Getafe, Alavés, Poli Ejido y Rayo Vallecano.
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